Como vimos la semana pasada, los Hechos de los Apóstoles nos ofrecen una descripción maravillosamente realista de las interacciones e incluso de las tensiones dentro de la primera comunidad cristiana de Jerusalén. Hemos visto cómo Bernabé fue a Tarsis a buscar a Pablo y cómo trabajaron juntos antes de separarse y continuar su labor evangelizadora, cada uno por su cuenta. Hoy vemos las dificultades de Pablo con los judíos de Atenas y sus primeras dificultades con la justicia romana. Afortunadamente, en esta ocasión, todo acaba bien. No siempre será así, como sabemos.
Este es el cuadragésimo día de nuestra celebración de la Pascua del Señor, que terminará dentro de diez días con la solemnidad de Pentecostés. Lo que celebramos hoy, en la fiesta de la Ascensión, es sólo una faceta del mismo misterio pascual. No fue hasta el siglo V cuando los cristianos empezaron a celebrar litúrgicamente la Ascensión como una fiesta separada de la Resurrección. Estas dos fiestas son, de hecho, simplemente dos facetas del mismo misterio.
A lo largo de esta semana, el leccionario lee parte del largo discurso de Jesús a sus discípulos durante la Última Cena. Les promete el envío del Espíritu Santo, les dice lo que tendrán que soportar y les da sus recomendaciones. Al mismo tiempo, la primera lectura de cada día, de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra cómo Pablo y su compañero Lucas llevaron a cabo su misión en varias ciudades gentiles.
Estamos casi al final de este hermoso y largo discurso de Jesús a sus Discípulos en la Última Cena. Ya les ha dicho muchas cosas profundas y difíciles. Ahora les dice que aún tiene muchas cosas que revelarles, pero que ellos todavía no son capaces de soportarlas. También les dice que el Espíritu del que ha estado hablando desde el principio, y al que sigue llamando "el Espíritu de la Verdad", les guiará hasta la verdad completa. Hay dos cosas que destacar en esta promesa. En primer lugar, la palabra "guiará".
Cuando queremos asegurar a alguien de que vamos a llevar a cabo alguna cosa que hemos prometido hacer, solemos fácilmente decir : “Te doy mi palabra”. Y si somos personas de honor, nos sentiremos obligados de una manera especial. Y en este caso decimos “Mantendré mi palabra”.
Al final del Evangelio de ayer, Jesús confió a sus discípulos que les había dicho todas estas cosas para que "se acordaran" de lo que les había dicho. El recuerdo, o la memoria, es algo muy importante en la vida cristiana. En el corazón de la vida cristiana está la Eucaristía, que celebramos "en memoria" de Jesús, como él nos dijo que hiciéramos. Es también manteniendo un recuerdo lo más constante posible de Él como podemos vivir una oración continua, que es uno de los elementos más fundamentales de la vida cristiana y de nuestra vida monástica.
Cuando queremos asegurar a alguien de que vamos a llevar a cabo alguna cosa que hemos prometido hacer, solemos fácilmente decir : “Te doy mi palabra”. Y si somos personas de honor, nos sentiremos obligados de una manera especial. Y en este caso decimos “Mantendré mi palabra”.