Hay varios Santiago en el Nuevo Testamento. El que celebramos hoy es el hermano de Juan e hijo de Zebedeo. Este Santiago fue uno de los primeros mártires. Herodes lo mandó matar durante la primera gran persecución de la Iglesia, incluso antes de que Pedro fuera detenido. Junto con su hermano Juan, compañero como él de Pedro, ocupa un lugar muy especial en la vida pública de Jesús. Junto con Juan, fue uno de los primeros discípulos en preguntar a Jesús "Maestro, ¿dónde te alojas? Es uno de los que Jesús lleva con él al Monte de la Transfiguración, a la cámara donde resucita a la hija de Jairo y, finalmente, al Huerto de los Olivos.
El 1 de octubre de 1999, en la apertura del Sínodo de los Obispos sobre Europa, el Papa Juan Pablo II nombró copatronas de Europa a tres mujeres: Catalina de Siena, Edith Stein y Brígida de Suecia. Esta última figura como "memoria" en el calendario de la Iglesia universal, pero se celebra como fiesta en Europa. Las tres son mujeres que han combinado una profunda relación personal con Dios en sus vidas con un importante papel en la sociedad y en la Iglesia.
En nuestra época de "globalización" y "mundialización" -de una cierta globalización dominada por la economía-, la brecha entre las naciones ricas y las pobres es cada vez mayor, al igual que la brecha entre ricos y pobres dentro de cada país.
María Magdalena es probablemente la mujer mencionada en los Evangelios de la que más se sabe (aunque no siempre está absolutamente claro de qué "María" hablan los evangelistas). Cuando lavó los pies de Jesús y les roció con perfume, Jesús dijo que dondequiera que se enseñara el Evangelio, se contaría lo que había hecho "en memoria de ella". Sin embargo, lo que San Juan más recuerda de María Magdalena, y que es objeto del texto evangélico que acabamos de leer, es que fue la primera testigo de la Resurrección de Jesús.
En el Evangelio de ayer, Jesús comparó sus mandamientos, que son un yugo fácil de llevar y una carga ligera, con el peso bajo el que los escribas y los doctores de la Ley aplastaban al pueblo. E invitó a venir a él a todos los que se esforzaban bajo la carga. El Evangelio de hoy continúa esta polémica con un ejemplo concreto.
En el Antiguo Testamento, tres figuras desempeñan papeles importantes y complementarios en el pueblo de Israel: el rey, que ostenta la autoridad política; el sacerdote, que realiza los rituales religiosos; y el profeta, que, a menudo con riesgo de su vida, recuerda tanto al rey como al sacerdote y a todo el pueblo sus deberes y pecados y lo que Dios espera de ellos.
Seguimos leyendo el capítulo 11 de Mateo, donde éste ha recogido varios dichos breves de Jesús. Algunas de estas palabras han sido colocadas en otros lugares por los demás evangelistas; otras, como la que acabamos de leer, son exclusivas de Mateo. Sería inútil tratar de rastrear la situación precisa en la que estas palabras fueron pronunciadas por Jesús. Son pequeños textos o relatos aislados que circularon en la Iglesia primitiva antes de ser recogidos en nuestros Evangelios. Tienen valor y fuerza en sí mismos, independientemente de cualquier contexto.