4 de diciembre de 2025 - Martes de la 1ª semana de Adviento
Isaías 11, 1-10; Lucas 10, 21-24
Homilía
El Evangelio que acabamos de leer contiene una serie de puntos de contacto con el Magnificat de la Virgen María, muy interesantes y sumamente reveladores.
Cuando Jesús da gloria a su Padre por haber revelado a los pequeños las cosas ocultas a los sabios, los pequeños de los que habla son sus discípulos. Y éstos no eran niños ingenuos. Eran hombres adultos que conocían los caminos del mundo: Mateo, el recaudador de impuestos, sabía hacer dinero; Judas, el zelote, conocía el arte de la guerra de guerrillas; Pedro, Santiago y Juan eran pescadores que sabían guiar su barca por el lago y echar la red. Lo habían dejado todo para convertirse en discípulos de Jesús. Cuando Jesús les invita - y nos invita a nosotros - a la sencillez de corazón, no nos está invitando a una actitud infantil o a un tipo de espiritualidad infantil. Nos está invitando a una forma muy exigente de pobreza de corazón. Nos invita a seguirle como discípulos y, por tanto, a abandonar todas nuestras fuentes de seguridad, y especialmente nuestra sed de poder, del mismo modo que sus discípulos lo abandonaron todo para seguirle.