Homilías de Dom Armand Veilleux en español.

9 de mayo de 2023 - Martes de la 5ª semana de Pascua

Hechos 14:19-28; Juan 14:27-31a

Homilía

La primera lectura nos habla de un periodo especialmente agitado en el ministerio apostólico de Pablo y Bernabé.  Nada los desanimó, ni siquiera cuando fueron objeto de violencia y Pablo fue apedreado y dado por muerto.  Si esa violencia se dirige contra ellos, es precisamente porque no sólo se niegan a usar la violencia ellos mismos, sino que predican la Buena Nueva a todos, sin excepción, reconociendo así la misma dignidad y vocación de toda persona como hijo de Dios, más allá de toda diferencia.

7 de mayo de 2023 – 5º Domingo de Pascua, "A”

Hechos 6:1-7; 1 Pedro 2:4-9; Juan 14:1-12

Homilía

            Tras el Evangelio del domingo pasado, en el que Jesús se presentó como la puerta del redil por la que debe entrar todo el que quiera salvarse, hoy comenzamos la lectura del hermoso capítulo 14 del Evangelio de Juan, que continuaremos durante los dos próximos domingos, en el que Jesús también se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida.  En el pasaje que leemos hoy (y que ya hemos escuchado en la Misa ferial de los dos últimos días) destacan de modo particular dos temas: el de la morada y el del camino.

Miércoles, 3 de mayo de 2023 - Fiesta de los Santos Felipe y Santiago, Apóstoles

Homilía

          Hoy celebramos a dos Apóstoles, muy diferentes entre sí.  El primero es Felipe.  Fue uno de los primeros discípulos llamados por Jesús después de su bautismo.  Al igual que Pedro, era de Betsaida en Galilea.  Cuando Jesús se encontró con él, simplemente le dijo: "Sígueme"; y así lo hizo.  En términos de caracterización, parece que era bastante "primitivo".  Casi siempre es el primero en reaccionar cuando Jesús dice algo.  Por ejemplo, cuando Jesús dice a los discípulos que den de comer a la multitud, Felipe, que es un pensador rápido, reacciona diciendo: "El equivalente a seis meses de salario no bastaría para comprar pan para tanta gente..."  Poco antes de la Pasión, cuando Jesús dice que va al Padre, Felipe responde: "Muéstranos al Padre, y eso nos basta".  A cada una de sus reacciones, Jesús responde con una nueva luz.  

6 de mayo de 2023 - Sábado de la 4ª semana de Pascua

Hch 13,44-52; Jn 14,7-14

Homilía

Queridos hermanos y hermanas,

           En estos días de Pascua, la primera lectura de la Misa sigue hablándonos de los comienzos de la predicación apostólica, primero en Jerusalén y después a todas las naciones.  La lectura evangélica está tomada de san Juan, especialmente, en estos días, del relato de los discursos de Jesús a sus discípulos antes de su pasión. El tono es muy familiar. Ayer Jesús les dijo que iba a su Padre y al Padre de ellos, y que ellos también conocían el camino.  Tomás replicó: "Ni siquiera sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino? Hoy les habla de su Padre y les dice: "Ahora le conocéis y le habéis visto". Y esta vez es Felipe quien responde: "Muéstranos al Padre y con eso nos basta". Y ésta es la ocasión para que Jesús les explique que el Padre y Él son uno; y, por tanto, quien conoce al Hijo, conoce también al Padre.

2 de mayo de 2023 - Memoria de s. Atanasio

Homilía

            En las enseñanzas de Jesús había muchas llamadas al desprendimiento radical y al compromiso total.  Por ejemplo, la invitación a dejar al padre, a la madre, a los hermanos y hermanas, a abandonarse a sí mismo en busca de lo único que importa, para comprar la perla preciosa.

5 de mayo de 2023, viernes de la 4ª semana de Pascua

Hechos 13:26-33; Juan 14:1-6

Homilía

Tomás es un personaje realmente interesante.  Nunca duda en intervenir, ni siquiera con preguntas poco diplomáticas.  Cuando Jesús dice a los Apóstoles que va a prepararles un lugar con su Padre y que volverá para llevárselos con él, Tomás objeta: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo sabremos el camino?".  Y, como en cada una de sus intervenciones, Jesús le toma en serio y no sólo le da una respuesta, sino que le hace una importante revelación: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.  Nadie viene al Padre si no es por mí".

30 de abril de 2023 - IV Domingo de Pascua "A"

Hechos 2:14...41; 1 Pedro 2:20-25; Juan 10:1-10

Homilía

          Aún no es Pentecostés, pero la primera lectura de la Misa de hoy, del Libro de los Hechos, describe lo que sucedió el día de Pentecostés, inmediatamente después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.  Pedro habló a la multitud de Judíos presentes, procedentes de Judea y Galilea, pero también de todos los países de la Diáspora. Fue tan convincente que unos tres mil de sus oyentes recibieron su mensaje y se bautizaron aquel mismo día. 

          Esto significa que su predicación contenía la esencia del mensaje cristiano: todo lo que hay que creer y que basta con creer para ser verdaderamente cristiano.  Es mucho y es poco.  Su mensaje puede resumirse en este núcleo esencial de la fe cristiana: "Apareció entre nosotros un hombre, Jesús de Nazaret; Dios dio a conocer su misión por todos los prodigios que le dio a realizar; sus contemporáneos le dieron muerte; Dios le resucitó. Fue exaltado en gloria y recibió de su Padre el Espíritu, que derramó sobre sus discípulos como había prometido".

          Éste es el núcleo de la predicación cristiana. Todo lo demás no es más que su explicitación. Más tarde, los Apóstoles y los primeros Cristianos elaboraron esta enseñanza recordando -y recordándonos a través de sus escritos- todo lo que Jesús había hecho y dicho mientras estuvo entre ellos. Y, por supuesto, cada uno de ellos nos habló de estas palabras y acontecimientos tal como los habían experimentado personalmente y según el efecto que habían tenido en ellos. 

          El relato evangélico que leemos hoy es un buen ejemplo de la complementariedad entre los evangelistas. Sabemos que el evangelista Juan a menudo nos da, sobre los acontecimientos y las palabras de Jesús, perspectivas que los otros evangelistas no nos dan. Mateo y Lucas cuentan una parábola de Jesús sobre la oveja perdida, en busca de la cual se marcha el pastor, dejando incluso solas a las otras noventa y nueve ovejas.  En el Evangelio de Juan, esta parábola tan sencilla y breve se transforma en una larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor que cuida de su rebaño, a diferencia de los pastores asalariados o de los ladrones.

          Esta parábola no debe leerse con nuestra lógica latina, porque las imágenes chocan de forma desconcertante.  Jesús se presenta a la vez como el pastor de las ovejas y como la puerta del redil. Tampoco debemos buscar una enseñanza moralista sobre lo que debe hacer la buena oveja. Es del pastor y de su actitud de lo que habla Jesús.

          El redil del que habla no es un lugar separado del resto del mundo, donde uno se protege de todas las influencias extrañas y mantiene la puerta cerrada.  No, el redil es la asamblea de los que han creído en Jesús.  Cuando viene Jesús, el Pastor, abre la puerta para que salgan las ovejas.  Los seguidores de Jesús no están llamados a encerrarse en sí mismos, a asegurarse en una cálida intimidad.  Están llamados a salir, a seguir a Jesús por los caminos del mundo.

          El pastor, tal como lo describe Jesús, no viene a actuar como amo en el redil.   Al contrario, ni siquiera parece entrar en el redil.  Si le abre el portero (que probablemente sea el Padre), es para llamar a las ovejas a salir.  El redil del que habla Jesús es el Pueblo de Israel, tan inclinado a lo largo del Antiguo Testamento a replegarse sobre sí mismo.  Jesús viene a llamar a sus ovejas, a cada una por su nombre, para que salgan de este encierro y le sigan por los caminos de su ministerio.  Tiene otras ovejas que no son de este redil, es decir, que proceden de las naciones paganas.  A ellas también las llama, y todas formarán un solo rebaño.  Este rebaño no está llamado a volver al redil, sino a seguir a Jesús en su misión universal por el desierto de la humanidad. 

          Es bastante fácil comprender cómo Jesús es el Pastor.  ¿Cómo es también la puerta?  Porque Jesús dice: "Yo soy la puerta".  Él es la puerta, porque ha hecho aberturas en el muro de la miseria humana.  Vino a los suyos y los suyos no le reconocieron; levantaron un muro contra él.  En este muro, sus heridas abrieron vías de paso.  Cuando Tomás metió la mano en las heridas de los pies y del costado de Jesús resucitado, reconoció la voz del Maestro y gritó: "Señor mío y Dios mío".  Como dice Pedro en la segunda lectura  "Cristo padeció por vosotros... para que siguierais sus huellas... Por sus heridas fuisteis curados. Andabais errantes como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor que vela por vosotros".  Es a través de los agujeros de sus heridas como Él es la Puerta.

          Cristo sigue sufriendo, incluso hoy, en sus hermanas y hermanos.  Para reconocerle, en estos días, debemos meter las manos en las heridas abiertas de nuestros hermanos y hermanas víctimas de todas las guerras fratricidas.  Reconozcamos a Cristo sufriente en todas estas víctimas de nuestras guerras y abramos de par en par nuestros corazones y nuestros brazos para acogerlas.

Armand Veilleux