En esta breve sección del gran discurso sobre el Pan de Vida, Jesús afirma dos cosas: La primera es que él mismo es el pan de vida, y que quien acuda a él por la fe -quien crea en él- ya no tendrá hambre ni sed. Jesús sacia todas nuestras hambres y sed, tanto espirituales como físicas.
El evangelista Marcos fue discípulo del apóstol Pedro, y su Evangelio se considera la primera recopilación de las palabras y los acontecimientos en torno a la vida y el ministerio de Jesús. Como lectura del Evangelio de esta mañana tenemos los últimos versos de este Evangelio de Marcos, y como primera lectura tenemos los últimos versos de la Primera Carta de Pedro, donde transmite los saludos de su discípulo e hijo Marcos.
Hay muchos detalles misteriosos y simbólicos en este breve texto de san Juan. La escena tiene lugar inmediatamente después de la primera multiplicación de los panes (sobre la que leímos ayer). Estamos todavía al principio de la vida pública de Jesús, y su relación con sus discípulos acaba de establecerse. Después de la multiplicación de los panes, cuando la multitud quiere hacerle rey, Jesús se retira solo al monte. Los discípulos ya están acostumbrados a las noches que Jesús pasa solo en el monte rezando. Cuando llega la noche y Jesús no regresa, los discípulos saben que pasará allí la noche. Así que bajan al lago y zarpan hacia la ciudad de Cafarnaún, en la otra orilla. Juan tiene entonces una de esas frases misteriosas: "Ya había oscurecido y Jesús aún no había llegado hasta ellos". La mención de la noche en Juan significa también confusión, incomprensión, ausencia de Jesús. Los discípulos están un poco perdidos.
A lo largo de la semana que comienza, la primera lectura de la Misa nos introducirá en los inicios de la evangelización, con la muerte del primer mártir, Esteban, la persecución que se desató entonces contra la Iglesia en Jerusalén y Judea y, al mismo tiempo, la extensión de la predicación a los gentiles.
La multiplicación de los panes es el único signo realizado por Jesús que se recoge en los cuatro Evangelios. Esto demuestra la importancia que le atribuían los primeros cristianos. Hoy leemos el relato en la versión de Juan. Juan relata este acontecimiento después de unos 65 o 70 años de meditación. No se interesa por el signo o el milagro en sí. Todo su relato se centra en la persona de Jesús. Nos muestra a Jesús compartiendo sencillamente, muy sencillamente, sin contar, sin prestar atención al tamaño de la multitud.
Todos los evangelios de los domingos de Pascua están tomados del Evangelio de Juan, excepto el de hoy, que es de Lucas. Lucas relata tres apariciones de Jesús el día de Pascua: 1) a las mujeres, que fueron las primeras en tener el valor de acercarse al sepulcro por la mañana, temprano; 2) a los dos discípulos, que habían decidido volver a su pueblo y a su trabajo; 3) a los Doce, que seguían paralizados por el miedo en el lugar donde se habían encerrado.
Desde ayer, en el leccionario se lee el relato del encuentro de Jesús con Nicodemo, y en los próximos días escucharemos el resto del relato. Esto muestra la importancia de esta historia en este tiempo de Pascua.