4 de agosto de 2023 -- Viernes de la 17ª semana del tiempo ordinario
Lev 23:1, 4-11. 15-16. 27. 34-37; Mateo 13:54-58
Memoria de san Juan-María Vianney
Homilía
A la edad de treinta años, Jesús había dejado su pueblo natal de Nazaret en Galilea para ir a Judea. La razón inmediata no se da en el Evangelio. En cualquier caso, en aquella época había, como siempre, un movimiento de personas hacia Jerusalén, la capital, especialmente desde el interior de Galilea. Jesús está en Jerusalén en el momento en que toda Jerusalén baja al río Jordán, en la región de Jericó, para ser bautizada por Juan. Él mismo se bautiza y escucha la voz del Padre: "Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco". Entonces Juan dice a sus discípulos: "Este es el Cordero de Dios". Varios discípulos de Juan se unen a Jesús y éste llama a otros. Después de un ayuno de cuarenta días en el desierto, parte de nuevo hacia Galilea, donde predica y cura a los enfermos primero en la gran ciudad de Cafarnaúm. Finalmente, un día regresó a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. Esto es una sorpresa para todos. Esta sorpresa muestra que hasta ese momento nada en la vida de Jesús en Nazaret lo había distinguido. Sin duda había celebrado fielmente con sus padres y parientes todas las fiestas del año mencionadas en la lectura del Libro del Levítico que acabamos de escuchar. Probablemente también había asistido regularmente a la sinagoga local para escuchar las enseñanzas de los doctores de la Ley. Por eso, cuando empezó a predicar y a curar a los enfermos, la gente se preguntaba: "¿De dónde ha sacado esa sabiduría y esos milagros?