Como vimos en el Evangelio del domingo pasado, Juan el Bautista había llamado a sus contemporáneos a la conversión. Alimentado espiritualmente por los escritos de los grandes profetas de Israel, había anunciado la llegada de la ira de Dios, la venida de un Mesías que juzgaría a las naciones, separaría a los buenos de los malos y exterminaría a estos últimos: "El hacha ya está lista para golpear la raíz de los árboles; todo árbol que no produzca buenos frutos será cortado y arrojado al fuego".
Desde el comienzo del Adviento, la primera lectura de la misa es del libro de Isaías. De este modo, hemos recorrido rápidamente este hermoso Libro, a través de textos bien elegidos con sabor mesiánico, y especialmente, durante la última semana, la segunda parte del Libro de Isaías, llamada "El Libro de la Consolación de Israel".
La primera lectura de hoy, tomada como en días anteriores del Libro de Isaías, es el comienzo de la segunda parte de ese Libro, o lo que se llama el Segundo Isaías, y por tanto también el comienzo de lo que se conoce con el hermoso nombre de Libro de la Consolación de Israel. Es al mismo tiempo la historia de la vocación del profeta.
En los primeros capítulos de su Evangelio, San Lucas establece un paralelismo entre Jesús y su precursor Juan. Así, el relato del anuncio a Zacarías del nacimiento de Juan el Bautista es bastante paralelo al relato que leemos del anuncio a María del nacimiento de Jesús, que leemos en la fiesta de la Inmaculada Concepción. En el pasaje del Evangelio de Mateo que acabamos de leer, el propio Jesús establece este paralelismo entre él y Juan. Juan el Bautista ocupa, pues, un lugar muy especial en el Evangelio, y también ocupa un lugar muy especial en la liturgia de Adviento.
Durante la mayor parte del Año Litúrgico, tenemos una lectura aproximadamente continua de uno de los tres Evangelios sinópticos, y la primera lectura se elige según ese Evangelio. Ahora bien, durante el Adviento (al menos durante la mayor parte del mismo) el leccionario nos lleva rápidamente a través del Libro de Isaías, eligiendo las más bellas profecías mesiánicas a lo largo del camino; y los evangelios de cada día se eligen para armonizar con esta lectura de Isaías.
Las lecturas de esta mañana son extraordinariamente ricas. Nos presentan un grandioso fresco de la Historia de la Salvación desde el momento de la creación hasta la plenitud de los tiempos. E incluso la carta a los Efesios nos lleva más atrás, incluso antes de la creación del mundo, al momento en que todos fuimos elegidos en Cristo para ser, en el amor, sus hijos e hijas, santos e irreprochables ante él.
El libro de los Hechos nos cuenta la historia de Pablo, que encontró a un grupo de creyentes en Éfeso y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando os hicisteis creyentes?" -- "No -respondieron-, nunca hemos oído hablar de la existencia del Espíritu Santo". Entonces Pablo les preguntó: "¿Qué bautismo habéis recibido?" -- "Recibimos el bautismo de Juan el Bautista" -respondieron. Entonces Pablo les citó el mensaje dado por Juan en el Evangelio de hoy: "Yo os bautizo en agua... Pero el que viene detrás de mí... os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego".