A partir de hoy, las lecturas del Evangelio para la misa ferial, presentarán una serie de curaciones de Jesús al principio de su ministerio. En los capítulos 5-6-7, Mateo había agrupado varias de las enseñanzas de Jesús, que hemos estado escuchando durante las dos últimas semanas. En los dos capítulos siguientes agrupa una decena de milagros.
Pedro y Pablo son los dos pilares de la Iglesia, y la Iglesia siempre los ha celebrado juntos en su culto. Por eso los celebramos hoy, en este 29 de junio. Sería difícil encontrar dos hombres tan diferentes entre sí. Sin embargo, el mismo amor a Cristo animó sus vidas y ambos murieron como mártires por su fe, en Roma, donde dos estatuas monumentales en la Plaza de San Pedro los conmemoran. Pedro representa a los Doce que Jesús eligió para sí mismo durante su ministerio aquí en la tierra, mientras que Pablo es el prototipo de todos los que posteriormente fueron llamados a ser sus testigos.
La narración de la vocación de Abrahán, que hemos oído en la primera lectura, es un texto fundamental para la espiritualidad monástica. Sobre todo, es fácil establecer un paralelo entre la peregrinación de Abrahán y la fundación de Císter.
En esta breve enseñanza a sus discípulos, Jesús les advierte contra los falsos profetas y las enseñanzas erróneas. Para distinguir a los buenos de los falsos, les da una regla fácil: "Por sus frutos los conoceréis".
En la última de las Bienaventuranzas (Mt 5, 10-12), Jesús declaró bienaventurados a los que son perseguidos por causa de la justicia. Bienaventurados seréis -dijo- cuando os insulten y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros falsamente por mi causa. Y añadió: "Así fueron perseguidos los profetas que os precedieron". El pasaje evangélico que acabamos de leer es una especie de comentario y explicación de esta bienaventuranza.